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Una de las llaves del aprendizaje
La evaluación formativa es un rasgo esencial que define a la enseñanza efectiva pues es la única manera de saber si lo que se ha enseñado fue realmente aprendido y donde la información obtenida se usa como retroalimentación para modificar las actividades de enseñanza y de aprendizaje en las que están involucrados los estudiantes. Este ajuste puede ser inmediato o para lecciones futuras.
Para utilizar la evaluación formativa en la práctica docente, se debe estar dispuesto a cambiar, a tomar riesgos y probar cosas diferentes, a cometer errores de los cuales se pueda aprender, y aprender de –y con– los otros docentes. Es parte de un cambio significativo del aprendizaje.
“No puedes enseñar efectivamente si no sabes dónde se encuentran tus estudiantes respecto al desarrollo de sus habilidades y conocimiento”. (Margaret Heritage, 2010).
La evaluación se vuelve en formativa cuando la evidencia es debidamente usada para adaptar la enseñanza a las necesidades de los estudiantes, tomando en cuenta su zona de desarrollo próximo. La evidencia de los logros de los estudiantes es obtenida e interpretada por ellos y el profesor, conduce a una acción que resulta en un mejor aprendizaje que aquel que se hubiese logrado en ausencia de tal evidencia.
El docente realiza dos acciones: primero retroalimenta a los estudiantes para que puedan avanzar en su aprendizaje en base a la evidencia recolectada. Es inminente que actúe en función de esta evidencia ahora o tan pronto como sea posible (por ejemplo, en la clase siguiente). Segundo: realiza un análisis y reflexión de las evidencias para adaptar la enseñanza y reflexionar acerca de su propia práctica. Los estudiantes pueden monitorear y evaluar su propio aprendizaje para tomar decisiones sobre qué se necesita para mejorar y seguir avanzando. Todo cambio demanda una disposición de voluntad.
https://educrea.cl/wp-content/uploads/2019/10/Guia_de_Uso_Evaluacion_formativa.pdf
Ruiz, G. (2021). Evaluación formativa en la educación escolar: prácticas y desafíos.
Santiago: UNESCO - Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREALC/UNESCO).
Perrenoud, Philippe (2010). Diez nuevas competencias para enseñar: Invitación al viaje.
Barcelona: Graó.
La curiosidad
La curiosidad es una de las llaves más poderosas del aprendizaje. Es ese deseo natural de hacer preguntas, de querer saber más y de entender cómo funcionan las cosas. Cuando un estudiante es curioso, no se conforma con una respuesta simple, sino que investiga, explora y busca nuevas ideas.
La curiosidad convierte cada clase en una oportunidad para descubrir algo nuevo. Por eso, los docentes deben fomentar preguntas, debates y actividades que despierten el interés de los estudiantes. Un estudiante curioso aprende con mayor profundidad y conecta lo que ve en clase con el mundo real.
La práctica constante:
Otra llave del aprendizaje es la práctica constante. Aprender algo nuevo no siempre es fácil, y por eso repetir, intentar, equivocarse y volver a intentar es tan importante. La práctica ayuda a fortalecer lo que se ha aprendido y a mejorar poco a poco.
En la educación básica superior, practicar no solo se trata de hacer tareas, sino también de aplicar los conocimientos en situaciones reales, en juegos, proyectos o actividades en grupo. Con práctica y esfuerzo continuo, los estudiantes ganan seguridad y confianza en sí mismos.
El pensamiento crítico:
El pensamiento crítico es una llave del aprendizaje que permite a los estudiantes analizar la información, cuestionarla y tomar decisiones con base en la lógica y la reflexión. No se trata solo de aceptar lo que se dice, sino de pensar por uno mismo.
En el aula, el pensamiento crítico se desarrolla cuando los estudiantes debaten, resuelven problemas, comparan ideas y buscan diferentes puntos de vista. Esta habilidad no solo mejora el aprendizaje, sino que también ayuda a los jóvenes a prepararse para enfrentar los desafíos de la vida diaria con responsabilidad y criterio.
Considero que la evaluación formativa es una herramienta esencial para el proceso de enseñanza-aprendizaje. Más que centrarse en calificar, esta evaluación busca comprender cómo aprenden nuestros estudiantes y acompañarlos en ese proceso, brindándoles retroalimentación constante y significativa. Es una evaluación que ocurre durante el aprendizaje, no al final, y permite identificar fortalezas, dificultades y áreas de mejora.
Aplicar evaluación formativa en el aula significa observar, dialogar, plantear preguntas abiertas, revisar borradores, promover la autoevaluación y la coevaluación. Este enfoque no solo mejora los aprendizajes, sino que también potencia la autonomía, la reflexión y la motivación de los estudiantes, porque se sienten acompañados, valorados y parte activa de su propio progreso.
La evaluación formativa nos permite adaptar nuestra enseñanza, ajustar estrategias y tomar decisiones pedagógicas más acertadas. En definitiva, transforma el aula en un espacio de mejora continua donde el error no se castiga, sino que se aprovecha como una oportunidad para aprender.